¿“Vernal” con V?
Cualquiera de nosotros conoce que el “punto Vernal” o “punto Aries” es el resultado de la conjunción del plano al que pertenece la órbita de la Tierra alrededor del sol y el plano del Ecuador celeste. Es decir, el eje de giro de la Tierra y el eje de giro del sistema solar no son paralelos ni tienen la misma dirección. La Tierra gira un poco torcidita con respecto al eje del dibujo de su movimiento alrededor del sol. Esto provoca, como ya se sabe hasta el hartazgo, la sucesión de inviernos y veranos en los hemisferios sur y norte. En efecto, si la Tierra girara como un trompito que se revolea con un piolín, cada quien en el mundo tendría siempre el mismo clima. Si te tocó verano, verano, y si te tocó invierno, invierno. Esta transición hace que existan dos puntos de inflexión justo en el momento del cambio de la forma en que recibimos la luz del sol sobre nuestro planeta, al pasar del verano al invierno y viceversa. A cada uno de estos puntos se los llama “punto Vernal” o “punto Aries”. Esto sucede los 21 de marzo y los 21 de septiembre. Ocurre que año a año, justo en el amanecer, las estrellas que se ven en el horizonte al salir el sol, y en todo el firmamento, copian recurrentemente el mismo dibujo en el mismo glorioso momento. Pero la traslación de todo el sistema solar por esos abismos insondables del espacio provoca una ligerísima diferencia en esto, y para nuestro ojo muy lentamente van cambiando esos dibujos que vemos en la bóveda estrellada. Cada 21 de marzo, en el hemisferio norte, es posible reconocer la constelación de Piscis próxima al horizonte en el instante de la salida del sol al amanecer. Pero he aquí que hace un par de miles de años se veía la de Aries. Atribuyen al griego Hiparco el descubrimiento de este particular fenómeno unos ciento cincuenta años antes del advenimiento de Cristo. Lo más curioso es que cuando hablamos de Aries, Piscis, Tauro, etc., indirectamente nos referimos a quienes dieron nombre a los dibujos de distintas constelaciones de estrellas en la bóveda celeste. ¡Sí, claro!: Los antiguos egipcios. Ellos conocían con mucha más precisión que los griegos el mapa estelar…
¿Y todo este embrollo para decir qué? Que la traslación del punto Vernal por los diferentes signos del Zodíaco marca lo que se conoce como las distintas Eras Humanas. Un cambio de actitud global frente a la realidad en concordancia con la naturaleza del signo que toque. Pasamos por la era de Tauro aproximadamente entre el 4320 a.C. y el 2160 a.C. Luego recorrimos la era de Aries entre el 2160 a.C. y los principios de la era cristiana. Y a partir de allí comenzó la era de Piscis. Ya a esta altura, en el presente, es posible percibir la influencia de la era de Acuario, la era de la luz. Este tránsito a través de los signos del Zodíaco determina la forma en que todo el conjunto de nuestro sistema solar se acerca o se aleja del centro de nuestra galaxia espiral de cien mil millones de soles, la Vía Láctea. En este tiempo nos dirigimos al punto de aproximación máxima, lo cual significa “máxima luz” o “transferencia de máxima energía”. Esto genera en nuestra humanidad una influencia que nos impulsa hacia nuevas condiciones de realidad. A una mayor “conciencia del ser” que propicia la madurez de nuestra alma. La “conciencia del ser” resulta del mayor o menor grado en que “nos damos cuenta” de la maravilla de estar vivos, y de SER. Este extraordinario conocimiento nos empuja hacia la concordia y la comunión a partir de experimentar paz y gozo interior. A poder sentir la más maravillosa condición de unidad. Nuestro Yoga Vernal se alínea con las características de la Humanidad de la Era de la Luz. Yoga Vernal es una muy antigua forma de yoga que ahora, adoptando este nuevo nombre, reaparece adaptándose a esta era que se aproxima y que como luz del amanecer ya moja nuestro rostro. Es la era de la unidad Humana.